EL CABRERO
 
Dossier de prensa

 

 

 

CUARENTA AÑOS CANTÁNDOLAS BIEN CLARO

EL CABRERO

Hoy pocos dudan de que El Cabrero es un cantaor de principio a fin, aunque conserva sus detractores. Uno que no canta a vírgenes ni santos y que se mete con la iglesia o la monarquía en sus letras sin que le tiemble la voz. Tanguero de corazón y flamenco de cuerpo entero, José Domínguez cumplió en 2012 cuatro décadas de carrera y, por suerte para el jondo, la garganta y el empuje aún lo acompañan .

22 ENERO 2013 ROCKDELUX 313Por SILVIA CRUZ

¿Quién tiene bemoles para acabar por malagueñas un recital flamenco de hora y media? La respuesta viene vestida de negro, con pañuelo de dos nudos al cuello y un inconfundible sombrero de cowboy, aun que a lo que él se dedica es a las cabras. El valiente se llama José Domínguez, El Cabrero, e hizo la bravuconería en el IV Festival Catalunya Arte Flamenco, donde dejó claro que, después de cuatro décadas de carrera, sigue fiel a su manera de entender el flamenco. Demostró que, con 68 años, se puede ser tan rebelde como con 30 y que al que canta jondo porque lo siente no le hacen falta aderezos. Esa noche del 20 de octubre dejó al público del Teatre Sagarra de Santa Coloma de Gramenet agotado de aplaudir, desahogado de tanto cenizo y tanta mugre, no solo gracias a sus fandangos republicanos; también porque su voz se alzó tan alto como en los mejores tiempos sin más compañía que la guitarra de Rafael Rodríguez. Ni palmeros le hacen falta . Y no hay mayor alivio para un fan que comprobar que el ídolo sigue en pie.

 

"Yo he querido andar a mi albedrío, buscando siempre mi libertad. Ese ha sido siempre mi mayor empeño, pensar y decir lo que pienso"

Lo que más le satisface a El Cabrero es pastorear sus cabras por los campos de Aznalcóllar. "Grabé mi primer disco con Belter en 1975 y por necesidad, para que mi compañera no tuviera que parir en el campo sin la atención de un médico. Más tarde me di cuenta de que había nacido para esa música y necesitaba expresarme con ella ", cuenta para explicar por qué se resistió tanto a entrar en el mundillo del flamenco. José puede parecer un personaje de otro tiempo y, por su aspecto, algunos pensarían que se disfraza de cantaor. Pero no tiene más que lanzar el primer "ay" sobre el escenario para notar que solo en ese grito inicial hay más verdad que en un concierto entero de cualquier otro.

 

La dureza de su trabajo de cabrero la conoce bien la que se acuesta a su lado, Elena, que lo acompaña en la vida, en el oficio y en la música. Con ella montó Atípicos Utópicos, el sello discográfico con que El Cabrero dice lo que le da la gana al ritmo que marcan los palos más duros. "Yo he querido andar a mi albedrío, buscando siempre mi libertad. Ese ha sido mi mayor empeño, pensar y decir lo que pienso", dice para explicar por qué se produce los discos en los que dice cosas como esta : "Aunque sea de muy viejo espero verlo algún día ni un céntimo para el clero, menos para la monarquía y más beneficio al pueblo".El teatro casi se cayó al suelo al oír este fandango. Pero que nadie se llame a engaño: hace años a El Cabrero se le iban de los conciertos unos cuantos cuando empezaba con estos temas y, lo que puede resultar más chocante, se le siguen yendo. No sucedió en Santa Coloma, pero sí en el concierto que dio el verano pasado en Badajoz.

 

Pero sigue a lo suyo. Ni los temas tradicionales ni las mezclas le interesan a José, que confiesa que no le interesan lo que él llama "las ramitas del flamenco". A él lo que le gusta es el tronco, la madera dura que sostiene el cante, de la que procede todo. Por eso se aferra a sus fandangos , a las soleás, a las seguiriyas o a las serranas y se lanza con una facilidad pasmosa a por las tonás, las cartageneras o cualquier palo minero. ene aguante, una voz portentosa, que se quiebra poco, recia y redonda, que hace pocas filigranas, pero se clava dolientemente en todo lo que toca.

 

Y de poeta a poeta. El Cabrero tiene un don para las metáforas, no solo cuando escribe; porque este cantaor, cuando habla, también se apoya en ellas. En "El Cabrero, el cante de la sierra" un documental de la televisión francesa grabado en 1988, decía: "Hablo con metáforas porque en la escuela donde estudié las palabras eran muy 'menuillas'". Pero no es cargante, no molesta, es imposible que resulte pedante. Su habla y su cante resultan auténticos, como la forma en que calla y se permite el silencio. Hay algo de personaje después de cuarenta años de oficio, pero, al rato de observarlo, es evidente que él es lo mismo que muestra. Por cierto, el documental nunca se ha emitido en ninguna televisión española y tuvo que nacer YouTube para que pudiera verse en España. Hasta ese extremo ha sido y es molesto El Cabrero.

 

Insiste en que es casi analfabeto, aunque como no hay duda de que es poeta y la tradición dice que el escritor suele o debería ser un buen lector, hay que preguntar por sus lecturas: "Al Castillo de las Guardas, 30 kilómetros', 'A Gerena, 12 kilómetros' ...". Son las señales que ve por el campo, porque recuerda que apenas fue al colegio y le cuesta seguir el hilo y leer le cansa. Como él canta: "Vengo del ronco tambor de la luna/en la memoria del puro animal/ Soy una astilla de tierra que vuelve/hacia su antigua raíz mineral. Vengo de adentro del hombre dormido/bajo la tierra gredosa y carnal/rama de sangre, florezco en el vino/y el amor bárbaro del carnaval".

 
Foto de Juan Pablo Pereda

 

¿De dónde viene, entonces, el río poético que lo alimenta, con el que habla y compone versos como estos' "Bebo de aguas muy diferentes y con el tiempo he sabido cuál es la más apropiada a mi paladar. "Yo, lo poco que sé, lo aprendí de observar la naturaleza, de esperar a que dé su espiga y de aguantar las espinas". Y si algo queda claro es que su paladar no está hecho para cantarle a vírgenes ni santos, ni a mujeres deshonradas ni a sus ojos verdes. Él crea sus propias letras o se las coge prestadas a algún grande, por ejemplo, a Jorge Luis Borges, aunque sin empacho ni artificio informa de que él no sabia quién era el argentino hasta que escuchó cantar la versión musicada de "La lluvia" a su gran amigo Alberto Cortez: "Quien la oye caer ha recobrado el tiempo en que la suerte venturosa /le reveló una flor llamada rosa y el curioso color del colorado".

 

"El curioso color del 'colorao", como lo dice él, retrotrae la entrevista al tiempo en que lo llamaban "el cantaor rojo". Se lo pusieron no sólo por sus letras reivindicativas, sino por su lucha personal por la recuperación de las vías pecuarias, una lucha que aún continúa y que le ha provocado muchos problemas con gente de su zona. "He sentido peligrar mi vida y me han amenazado por reivindicar las vías pecuarias . No tengo miedo, pero más de una vez he pensado que un hombre solo en el campo es vulnerable y quemis únicas armas son los brazos y la razón", confiesa José, que remata la cuestión con una frase seca: "Aunque siempre es mejor conocer a tu enemigo que no saber por dónde te vienen los tiros".

 

La sensación que produce José en persona es la de alguien recto, convencido y contundente. Sus andares y su forma de mirar hablan de lucha. Es fácil imaginárselo allá por 1977, cuando, en el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, se subió alescenario con las botas sucias y sin saludar al jurado, que le negó el premio por el desaire: "¡Yo no iba pensando en el jurado, yo pensaba en el cante que era al que tenía que enfrentarme!" Ahora las botas relucen y a él se le adivina algo más calmado aunque igua lde persistente. "Me presenté a ese premio hasta que lo gané: no me gusta dejar nada a medias", dice orgulloso el hombre que recorrió medio mundo en una gira con Peter Gabriel en 1993 y se la pasó entera deseando volver a casa. "No puedo pasar muchos días fuera de mi pueblo y sin mis cabras, aunque con lo que producen no se pagan ni el pienso que necesitan", asegura el cantaor.

 

Hace poco más de cuarenta años El Cabrero hizo una apuesta y la ganó. Decidió ir por libre y hacer las cosas a su modo en un mundillo, el flamenco, muy duro. Y le ha salido bien. Su público lo adora y lo sigue a donde va, cante flamenco o se arranque por tangos, tarea en la que también se ha metido hasta las rodillas en su disco "Por los caminos del viento" (AtípicosUtópicos, 2008)

Otro aniversario menos dulce

En 2012 también se cumplió otro aniversario menos agradable en la vida de El Cabrero: el de su paso por la cárcel condenado por blasfemia. José Domínguez asegura que lo recuerda con mucha impotencia, a pesar de que fue poco tiempo.

 

Los hechos por los que se le juzgó sucedieron en 1980 en un concierto ofrecido en Alcolea (Córdoba), en el que El Cabrero avisó de que no tenía la garganta fina, pero ante la Insistencia del público, cantó. Al quebrársele la voz, parte del público se puso a imitar el berreo de las cabras y José, muy enfadado, abandonó el escenario exclamando: "Me cago en Dios".Algún espectador de entre los que salieron del recinto lo denunció y la Audiencia Provincial de Córdoba lo condenó a cinco meses de cárcel, que después quedaron en dos. Entró en prisión cuando acababa de cumplir 38 años y España estaba en plena campaña electoral, lo que retrasó el indulto. En esa lucha se volcaron músicos, actores y artistas de todas las disciplinas, indignados por el caso. Estuvo sólo veintidós días en la cárcel, pero José y su familia tuvieron que esperar que pasaran las elecciones que dieron la primera de sus victorias a Felipe González para que sucediera algo. Tan delicado era el tema. Y sigue siéndolo. Si no, que le pregunten a Javier Krahe.

 

 

 

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