NI RIENDA NI JIERRO ENCIMA
Hay por ahí una soleá, de hace muchos años, que se hizo consigna entre quienes me seguís: “Cuando hay algo que decir, no se puede uno callar, porque callar es morir”. La grabé porque así lo pienso, y se ve que vosotros también. Por eso hice este disco, a mis setenta y tres años, porque “le he cantao a casi to lo que me ha dao que pensar”, pero no a todo. Me faltaba cantarle a la amapola, siempre a la sombra del trigo, pero nada nubla su color, y a las flores que crecen en las cunetas, y escupirle a los opresores, a los explotadores y al miedo, que es el mayor enemigo. Y me faltaba decir, como Horacio Guarany, que “es más libre el que está entre rejas por expresar una opinión, que el que está fuera por no tener el coraje de gritarla”, y también, que sigo en la mía: a los que mandan, no les cabresteo.
Los cantes que van aquí y yo nos conocemos y nos queremos desde hace muchos años. Siempre vuelvo a ellos, cuando joven y ahora: ya nos tratamos como viejos amigos. Menos uno, porque no es un cante, ni va aflamencado. No lo quería dejar fuera porque creo que dice verdades como cerros: es un tremendo grito de libertad hecho canción y se ha puesto de regalo al final del disco.
Ni rienda ni jierro encima va dedicado a quienes habéis hecho posible que mi trayectoria sea larga. A los que me seguís ahora y a quienes ya no están entre nosotros. ¡Gracias, amigas y amigos! Un abrazo.
José Domínguez Muñoz El Cabrero |